viernes, 3 de diciembre de 2010

China y Estados Unidos, clave de la crisis

Nota publicada en Le Monde Diplomatique de Septiembre 2009.
Carlos Rivas


Los bancos de inversión estadounidenses crearon en 1990 los Hedge Funds (fondos gestores de riesgo) como mecanismo para evadir cualquier tipo de regulación estatal. Quince años después se llegaba a las 3.300 entidades de este tipo, al sumarse al pelotón las creadas por los bancos comerciales. George Soros declaraba ante la Justicia de Estados Unidos en 2008 que su compañía formaba parte de otros 8.000 Hedges que movían 1,5 billones de dólares (millones de millones) de activos propios y el 30% del mercado accionario de la potencia norteamericana. (1)


Como la capacidad de préstamo de estas entidades era y es de 50 a 60 veces por cada dólar de patrimonio, dada la inexistencia de control alguno, estos fondos apalancaban unos 90 billones de dólares de “aire”. Es decir, casi el doble del Producto Bruto (PBI) mundial. Éste era y es el corazón del sistema de derivados, préstamos sobre préstamos de todo tipo, que operaciones cruzadas mediante llegaron a la sideral suma de unos 400 billones de dólares. (2)


Estimaciones más precisas que la de Soros elevaban a 9.284 la cantidad total de Hedges, de los cuales quebraron y/o cerraron 1.471 en 2008. (3)


Frente a esto, tomando los bancos comerciales con activos superiores a los 300 millones de dólares, estos totalizan 1.750 entidades y 11 billones de dólares, con 78 bancos quebrados desde principios de 2008 hasta el corriente mes de agosto, y otras cien entidades en situación altamente inestable. Es decir que la quiebra financiera central es la de los Hedge Funds, por cantidad y monto, y recién después viene la de los bancos. ¿Dónde fue a parar el dinero del salvataje financiero estatal ? A financiar los pagos de las quiebras de los Hedge por medio de la capitalización de los bancos. Sucede que el sector financiero de Estados Unidos pasó de generar el 5% del PBI y representar el 7,5% de las ganancias empresariales totales en 1983, a generar el 8% del PBI y representar el 40% de los beneficios empresariales totales en 2007. (4)


Y mientras muchos se fijan en los escandalosos honorarios de los brokers bancarios frente a los homeless, otros, sin olvidarlo, anotan que ahora no hay bancos de inversión, ya que se han convertido en bancos comerciales, y que los ahora grandes bancos comerciales-inversión vienen apagando el incendio financiero creando encima los Darks Funds (Fondos Oscuros). Fondos que haciendo gala de su nombre no contabilizan de forma tradcional las operaciones de Bolsa,: son ya 40 y mueven el 9% de las bolsas (5). Por otra parte, gracias a la contabilidad “creativa” que les permitió anotar al 100% de su valor en sus balances préstamos que en realidad valían en el mercado un 40% de su valor nominal, muchos bancos empiezan hoy a mostrar ganancias. Pero en muchos casos, ni siquiera eso lo explica. Por ejemplo, el Citigroup. Cuenta la leyenda que la división materias primas de su banca comercial-inversión alquiló buques tanques, los llenó de petróleo comprado en el mercado spot cuando el barril Brent estaba a 40 dólares, los ancló frente a la costa de Escocia y luego, cuando el barril tocó los 60 dólares, vendió. (6)


Ergo, sólo la especulación más increíble –que se ha vuelto uno de los rasgos dominantes de la actual fase del capital financiero– puede explicar el grueso de las ganancias bancarias, ante un desempleo monstruoso en EE.UU. del 16,5% y una economía real en recesión.



El escenario chino

A principios de los años noventa, el sistema bancario chino estaba compuesto por el Banco Popular de China (Banco Central), cuatro bancos comerciales estatales grandes (Industrial & Commercial, Construction Bank, Agrícola y de China), once bancos comerciales medianos de los cuales uno era privado (Minsheng) y un centenar de bancos comerciales regionales, producto de la fusión de miles de cooperativas y sociedades de inversión rurales y urbanas que la reforma alentó. A fines de esa década, entre los errores arrastrados anteriores a la reforma, donde los bancos subvencionaban los déficits permanentes de las empresas estatales, y los nuevos frutos de la creciente mercantilización, la cartera incobrable era de 320.000 millones de dólares, un 34% de los préstamos totales (7). Así, el sistema bancario estaba quebrado, y en octubre de 2001 el Estado contaba tan solo con 200.000 millones de dólares de reservas.


En este contexto, China buscó el capital y la gestión foránea de los bancos extranjeros. Se creó un matrimonio de conveniencia. A cambio de capitalizar los grandes bancos estatales, los chinos autorizaron a los bancos extranjeros a invertir un máximo del 25% del valor líquido de los bancos y del 20% para cada inversor en particular. La avalancha de compras no se hizo esperar. El HSBC británico entró en tres entidades. El UBS suizo, el Royal Bank of Scotland y hasta el Fondo Soberano del gobierno de Singapur (Tomasek Holdings) entraron con Goldman Sachs en el Banco de China. El Bank of America compró en 2005 el 8% del Construction Bank, y dentro de los bancos provinciales, en compras más baratas, el francés BNP Paribas adquirió el 20% del Banco Comercial de la ciudad de Nankín. La lista siguió hasta nuestros días, en que el Bank of America, con el 11% del paquete accionarial, es el segundo inversor del Industrial & Commercial Bank of China (ICBC), que es el banco más grande del mundo por capitalización bursátil y depósitos. (8)






En 2004 los bancos extranjeros con inversiones en China ya eran 62, y existían además 211 representaciones en el país. Tres años después, y al compás de la crisis hipotecaria estadounidense, el Fondo Soberano China Investment Corp compró el 9,9% de Morgan Stanley en EE.UU., y el ICBC abría oficinas en Nueva York, haciendo patente la internacionalización de la banca china. Hoy sus cuatro grandes bancos comerciales, que otorgan dos tercios de los créditos en el país, emplean a un millón y medio de personas y cuentan con 70.000 sucursales, de las cuales 24.000 corresponden al Banco Agrícola; forman parte de la crema del pelotón de los bancos más grandes del planeta y son los más rentables, aún en medio de la crisis financiera global. Al compás de ésta, las ganancias mundiales de los bancos cayeron un 85% el año pasado, pero de los cinco bancos más rentables, tres fueron chinos: el ICBC, con 21.300 millones de dólares, y el China Construction Bank y el Bank of China, con 17.500 y 12.600 millones de dólares de beneficios respectivamente. (9)


En síntesis, la crisis mundial nos muestra un Estados Unidos que le ha sumado los Darks a los Hedges y una rentable banca china que se internacionaliza con parte de Wall Street dentro. Ante este panorama, cabe preguntarse: ¿Cuáles son, aún, los dos sectores más explosivos de EE.UU. y China?

La guerra como respuesta
El ascenso como potencia de Estados Unidos desde fines del siglo XIX en adelante ha estado signado por su militarismo. Frente a cada crisis importante, el país ha recurrido a la guerra bajo un keynesianismo militar como forma de resolverla. Crisis en 1948: Corea. Crisis en 1965-66: Vietnam. Crisis en 1982 y 1987: “Guerra de las Galaxias”. Crisis en 2000-2001: Irak. ¿Y la crisis de 2007-2009?: Por ahora, Afganistán. Esto ha llevado a que con el tiempo, la producción más importante de EE.UU. sea el armamento y su logística: alimentos, bebidas, uniformes, vehículos, aviones, etc. El presupuesto militar, aprobado sin chistar, ha sido para 2009 de 612.000 millones de dólares, que más otros reajustes últimos se eleva a unos 700.000 millones de dólares, cifra un poco menor al acaloradamente discutido primer paquete de salvataje del presidente Obama por 787.000 millones de dólares (10). Esto implica que, anualmente, el complejo militar-industrial gasta el equivalente a lo que valen las petroleras Exxon y Petrochina, primera y segunda compañías del mundo, más Microsoft juntas. O sea, es la principal super-empresa del mundo, por “facturación” y empleo. Además, las 30 principales universidades estadounidenses tienen a ese complejo como su cliente clave, con lo cual la ciencia y la tecnología están orientadas en función del mismo.


Claro está, para este complejo la salida ideada para la crisis mundial es más guerra.


Comparativamente, el ascenso de China como potencia viene siendo pacífico desde que terminó su conflicto con Vietnam en 1979. La beligerancia china viene por el lado de la Bolsa, que es el gran actor de la apertura. Fue prácticamente ayer, en 1990, cuando China funda la Bolsa de Valores en Shanghai, y en 1991 en Shenzhen. Su función central fue abrir las empresas estatales al capital privado y crear un mercado de capitales basado en el crédito extranjero. En 2007 eran 1.503 las empresas que concurrían a ellas, con más de 72 millones de pequeños ahorristas. La Bolsa creció como un globo, entrelazándose con la furiosa especulación inmobiliaria a través de empresas cotizantes como Real Estate, o bancos hipotecarios como el Construction Bank. Especulación enmarcada dentro de los ciclos inmobiliarios chinos, que tienen la característica de ser de muy corta duración. Pasan del auge a la crisis muy rápidamente, en función del volumen de la oferta de terrenos del Estado, propietario del suelo, y de la oferta de créditos de los bancos. Entre 2000 y 2005 se vivió un boom inmobiliario. El 76% de los créditos bancarios de Shanghai, el eje de la nueva China, estaban aplicados a bienes raíces (11).


En mayo de 2007 la construcción llegaba en toda China a su climax y la Bolsa seguía inflándose, hasta caer ambas poco tiempo después. Esto es importante, porque significa que en China la burbuja inmobiliaria tiene por alma gemela a la burbuja bursátil, más que en Estados Unidos. En el fondo, la crisis inmobiliaria y bursátil afectó profundamente a los dos países, aunque por ahora con distinta resolución. A fines de 2007 el valor del m2 de una vivienda tipo era de 1.250 dólares en Shanghai y de 14.000 dólares en Nueva York. En agosto de 2009 el m2 de Shanghai subió a 1.500 dólares y el de Nueva York bajó a unos 11.000 dólares (12). La explicación está en el destino de los paquetes de estímulo fiscal de los dos países: el de EE.UU. se dedicó a socorrer un sistema bancario quebrado; el de China a cambiar de modelo.



Devaluar el dólar, revaluar el yuan

Simplificando mucho, puede decirse que la economía mundial reciente, hasta la crisis, funcionaba bajo un patrón donde los bajos salarios chinos compensaban el aumento del precio del petróleo, y el fuerte déficit comercial de Estados Unidos tenía como contrapartida las altas reservas de China. El ahorro chino financiaba el consumo de EE.UU. comprando sus bonos del Tesoro. Al hacerse insostenible en el tiempo ese desfasaje, la cuestión fue restablecer el equilibrio. Los chinos debían aumentar su consumo y los estadounidenses comprar menos y ahorrar más, para lo cual era preciso devaluar el dólar y revaluar el yuan. En rigor de verdad, eso es lo que se fue haciendo desde julio de 2005, cuando China, que tenía atado el yuan al dólar, comenzó su lenta revaluación, pasando de 8,3 yuan por dólar a los 6,8 actuales. Una revaluación del yuan del 22%. En la misma línea, la tasa de ahorro de los norteamericanos pasó de ser negativa en un 0,5% del PBI en 2005, a ser casi un 7% positiva en mayo pasado. En apariencia todo va cerrando. China queda atrapada como acreedora: si vende masivamente los bonos estadounidenses pierde una importante cantidad de dinero en relación a su inversión original por la caída del precio de esos bonos, y con ello caería el dólar como moneda, revaluándose más aún el yuan.



En consecuencia, en salvaguarda de evitar una apreciación de su moneda y protegiendo así sus exportaciones y con ello su modelo mercantilista, China compró más bonos del Tesoro de EE.UU. durante la crisis, pero –dato a tener en cuenta–, en proporción cada vez menor en relación a sus reservas. Ocurre que el default de California es un antecedente peligroso, y la descomunal emisión de Estados Unidos y su dólar barato licúa las reservas chinas. Licuación agravada porque tiene que pagar cerca de un 15% más sus importaciones de Europa y Japón pagadas en euros y yenes, y que irán creciendo más, al ampliar su mercado interno como motor sustituto de la caída de sus exportaciones. ¿Hacia dónde ir entonces? En 1987, EE.UU. salió de su crack gracias al financiamiento de Japón que, ocupado militarmente, compró masivamente sus bonos. Dos años después, cuando explotó la burbuja inmobiliaria-bursátil nipona, Japón se encontró con que no tenía los fondos para enfrentarla. Su crisis lleva ya 19 años y tuvo que elevar su endeudamiento hasta el 185% del PBI.




Hoy China tiene, en medio de la crisis mundial, otra burbuja inmobiliaria-bursátil. Los 585.000 millones de dólares de estímulo fiscal, destinados a la ampliación del mercado interno, se han transformado a través del multiplicador bancario, sólo durante el primer semestre de este año, en créditos por 1,1 billones de dólares, casi el 24% del PBI. Menos de la cuarta parte fue destinada a infraestructuras (autopistas, ferrocarriles); una cifra similar se dedicó a créditos para el consumo, lo que explica la explosión de ventas de automóviles que se registra este año, que alcanzará, se estima, a 10 millones de unidades. Se conjetura que el resto fue al sector de bienes raíces, reiniciando un ciclo de la construcción, y a la Bolsa (13). Ésta, en Shanghai, subió un 75% de diciembre a julio pasados, cuando empezó otra vez a caer, en medio de la reunión en Washington en la que China presionó a Estados Unidos para que deje de emitir y con ello devaluar más el dólar. Esto muestra que la autopista Washington-Beijing tiene dos manos: China es la banquera y acreedora de EE.UU., pero tiene dentro 600.000 empresas extranjeras que se radicaron con la apertura, invirtiendo unos 1,1 billones de dólares en el país, Bolsa incluida. A su vez, mientras que el paquete fiscal de EE.UU. es emisión pura y bonos, el de China por el contrario tiene 30% de fondos públicos y 70% de financiamiento bancario, que se suma a una deuda corporativa de 3,7 billones de dólares. Con lo cual la deuda china empieza a ser otro problema más en la crisis. Así las cosas, mientras China busca no imitar al Japón de 1987 y Washington frena la máquina de imprimir billetes, el consumo chino no reemplaza al de Estados Unidos. Washington no puede seguir financiando dos guerras (Irak y Afganistán); una banca en terapia y que especula más y más; un déficit fiscal inmanejable; la necesidad de reconvertir su industria y modernizar su envejecida infraestructura (basta recordar la tragedia del huracán Katrina y al ejército mexicano dando de comer a las víctimas); a una población carcelaria equivalente a casi la población total de Noruega y Panamá juntas (14) y, además, mantener el liderazgo de la carrera espacial, del consumo de drogas y de la contaminación del mundo. En este cuadro, ha proletarizado con la crisis a buena parte de su clase media y generado 15 millones de desocupados.




En China, el intento de un sistema productivo, no especulativo, basado en empresas estatales, ha dejado como saldo social de la apertura la proletarización de unos 300 millones de campesinos, el surgimiento de una clase media de 250 millones de personas, 345.000 millonarios, 21 millones de desocupados y una Bolsa explosiva (15). El resultado, por ahora, es que China compra menos bonos y sale de shopping a comprar tierras y empresas que le garanticen materias primas, petróleo y minerales, para evitar que la ampliación del mercado interno tenga cuellos de botella por falta de abastecimiento. Mientras, Estados Unidos sigue extrayendo ahorro del mundo a través de las filiales de sus empresas para reconvertir su industria y amplía sus bases militares. Con billones de derivados aún en el aire en todo el mundo como telón de fondo, las relaciones EE.UU.-China siguen aún con final abierto, mientras chocan en el Sudeste Asiático, Latinoamérica y África…



Notas



(1) Hedge Fund Research (Chicago) y Bloomberg, 13/11/2008.


(2) Ver Le Monde diplomatique, 11/2008.


(3) Bloomberg, 18/3/2009.


(4) “The Global economic crisis: systemic failures and multilateral remedies”, UNCTAD 2009.


(5) The Economist, mayo 2009.


(6) http://www.cotizalia.com/cache/2009/01/09


(7) Eugenio Bregolat Obiols, ex embajador de España en China, en “China, cómo se


saneó la banca”, La Vanguardia, Barcelona, 30/3/2009.


(8) www.elperiodico.com, 5/10/2005, y Libertad Digital, 21/6/2009.


(9) The Banker, 6/2009, www.thebanker.com


(10) Bloomberg.


(11) Fuente: Shanghai's Bubble Pops, Economist´s View, 8/1/2006.


(12) Informe 2007, Sol Consulting, y sobre datos de BNP Paribas Real State.


(13) Basado en Reuters, 10/8/2009 y 14/8/2009, y Xinhua, varias notas.


(14) Incluye a presos más los que están en libertad condicional y controlada.


www.global.net mayo 2005 y Jean Guy Allard en kaosenlared.net


(15) Estimado sobre datos de “Economía de China”, ob cit., Buró Nacional de Estadísticas de China, e informe CIIC, 26/1/2005, Xinhua, 26/9/2007 y 30/7/2009.

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